En lo que va de 2025, México y Colombia han sido blanco de una ofensiva digital sin precedentes. Los números son tan abrumadores como preocupantes. México, por ejemplo, ha registrado más de 35,200 millones de intentos de ciberataques solo en el primer trimestre del año. Eso equivale a 270 mil ataques por minuto. Colombia, por su parte, ha enfrentado un promedio de 2,716 ataques semanales en el primer semestre, posicionándose entre los cinco países más afectados de América Latina. Pero más allá de las cifras, lo que realmente importa es el impacto que estos ataques están teniendo en la vida real: en empresas, en trabajadores, en sistemas críticos, en la economía.
Los ataques más comunes en México incluyen phishing, escaneo automatizado de vulnerabilidades y malware generado por inteligencia artificial, como FraudGPT y BlackmailerV3. En Colombia, el panorama es similar, aunque con un énfasis mayor en ransomware, robo de credenciales y phishing dirigido. Lo grave no es solo la frecuencia, sino el costo. En Colombia, el costo promedio de recuperación por incidente se estima en 870,000 dólares. Para una pyme, eso puede significar el cierre definitivo. En México, aunque el dato puntual varía según el sector, se estima que los costos asociados a interrupciones operativas, pérdida de datos, litigios y recuperación pueden superar los 1.2 millones de dólares por evento en industrias críticas.
Y hablando de industrias, no todas están igual de expuestas. En México, la más atacada es la manufactura. Tres de cada diez incidentes cibernéticos ocurren en fábricas, centros de ensamblaje y plantas de producción. Esto se debe a que los atacantes saben que detener una línea de producción tiene un costo altísimo, y por tanto, una alta probabilidad de que la empresa pague por recuperar el control. Le siguen el sector gobierno, retail, agricultura y telecomunicaciones. En Colombia, las pymes son las más vulnerables, seguidas por el sector salud, educación y servicios públicos. La falta de inversión en infraestructura digital y la escasa capacitación interna hacen que muchas organizaciones sean presa fácil.
Las consecuencias van mucho más allá del daño económico. En México, durante las elecciones nacionales, los ataques DDoS aumentaron un 218%, afectando plataformas públicas y privadas. En Colombia, el 45% de los equipos de TI reportaron aumento en el ausentismo por estrés post-incidente, y el 42% de los líderes empresariales fueron removidos tras ataques graves. Esto no es solo un problema técnico: es un problema humano, organizacional y estratégico.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Las soluciones existen, pero requieren voluntad, inversión y cultura. Las más efectivas incluyen la implementación de sistemas de detección y respuesta automatizados, el uso de autenticación multifactor, el cifrado de datos sensibles y la capacitación continua del personal. No basta con tener un antivirus: hay que tener un plan. Un plan de continuidad operativa, un protocolo de respuesta ante incidentes, y sobre todo, una visión clara de que la ciberseguridad no es un gasto, sino una inversión. Muchos de los equipos necesarios para estos desarrollos los encuentras en www.globalelectrik.com de manera muy rápida y sencilla.
Para muchas empresas, especialmente las pequeñas, la alternativa más viable es migrar a plataformas de seguridad gestionada, donde expertos externos monitorean, detectan y responden en tiempo real. También es clave revisar la cadena de suministro digital: muchas brechas no están en la empresa, sino en sus proveedores. Y finalmente, fomentar una cultura de higiene digital, donde cada empleado entienda que un clic puede abrir la puerta a un desastre.
México y Colombia están en la mira, y no por casualidad. Son economías emergentes, con alta digitalización y baja protección. Pero también son países con talento, capacidad y resiliencia. La clave está en actuar antes de que el próximo ataque no solo robe datos, sino paralice sectores enteros. Porque en el mundo digital, la prevención no es opcional: es supervivencia.
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